Bobby Griffith (Ryan Kelley), un chico adolescente gay, se suicida a causa de la intolerancia religiosa de su madre (Sigourney Weaver), una devota cristiana.

Louie y Corinne Jeffries forman un matrimonio feliz hasta que un coche atropella al joven y le mata. 20 años más tarde, la hija de ambos, Miranda, se enamora de un chico llamado Alex Finch, que resulta ser la reencarnación de Louie.

A mediados de los años 70, los miembros de una secta cometen un suicidio en masa. Cynthia, una joven del grupo, sobrevive y es ingresada en un hospital.

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