El gran general romano Titus Andrónicus regresa a Roma después de su victoriosa campaña contra los godos. Para celebrarlo, sacrifica a los dioses al hijo del caudillo vencido, ganándose así el odio eterno de Tamora, la madre del joven, que también es su prisionera.

Durante el reinado del emperador romano Diocleciano los cristianos gozaban de una cierta tranquilidad, hasta que unos disturbios hacen que la actitud del emperardor con respecto a ellos cambie.

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