En Jerusalén, un joven centurión romano recibe, por parte de Poncio Pilato, prefecto de Judea, la misión de investigar la misteriosa desaparición del cuerpo de un predicador nazareno crucificado hace tres días, y los crecientes rumores sobre su resurrección.

En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. Su ciudad más emblemática, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de un mundo en crisis, confuso y violento.

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